Robert Falcon Scott: un fracaso glorioso
terra ignota
El marino inglés murió en 1912 en un trágico viaje de vuelta tras haber llegado al Polo Sur poco después que Amundsen
Resistir es vencer: Shackleton, la Antártida y uno de los viajes más increíbles de la historia

La consecución de un sueño puede convertirse en una pesadilla. Eso es lo que le sucedió a Robert Falcon Scott el 17 de enero de 1912 cuando culminó lo que había ansiado toda su vida: la conquista del Polo Sur. Había recorrido en dos meses ... y medio con otros cuatro hombres los 1.300 kilómetros que separaban la base antártica de Hut Point del lugar más meridional del planeta. Pero ya suponían lo que se iban a encontrar: el noruego Roald Amundsen había llegado cinco semanas antes. No fue una sorpresa porque en el último tramo del recorrido habían hallado restos de la expedición de Amundsen. Scott estaba enterado de que su competidor había tomado la delantera, pero creía que su rival fracasaría o llegaría después.
El oficial de la Royal Navy, explorador y viajero, nunca volvería a Hut Point. Murió en el viaje de regreso el 29 de marzo de 1912 a pocos kilómetros del depósito de suministros de One Ton en la barrera de hielo de Ross. El diario hallado junto a su cadáver ha permitido conocer la odisea de Scott y, especialmente, las durísimas condiciones del retorno en un verano austral en el que las temperaturas sobrepasaron los 40 grados bajo cero. Sin combustible, sin víveres y agotados por el cansancio, anotó en su cuaderno: «Es espantoso. No puedo escribir más«. Fueron sus últimas palabras.
En medio de una gran tormenta de nieve, Scott había esperado durante nueve días la llegada de trineos tirados por perros en el lugar convenido antes de iniciar la expedición, pero el responsable del rescate se perdió. Ya sin esperanza alguna, escribió: «Nuestra muerte será ejemplo para generaciones futuras. Espero que la patria considere un deber ayudar a los que nos lloran». Su deseo se cumplió porque, cuando en noviembre de 1912, se encontró su cadáver y el de sus compañeros, se le consideró un héroe nacional, se erigieron placas y monumentos en toda Inglaterra y se realizaron cuantiosas donaciones para las mujeres y los hijos de las víctimas.
Experimentado aventurero
Amundsen pasó a la historia como el primer hombre en llegar al Polo Sur. Pero la epopeya de Scott ha inspirado a viajeros y escritores, fascinados por la grandeza trágica del fracaso y su lucha contra la adversidad. Al hallar los restos de la expedición, se encontraron fósiles desconocidos que demostraban que en la Antártida habían existido bosques varios millones de años antes.
Scott, que tenía 43 años al morir, ya había explorado una ruta hacia el Polo por la barrera de Ross en la expedición Discovery, financiada por la Royal Geographical Society e iniciada en 1901. El barco en el que arribó a la tierra helada de la Antártida quedó atrapado por el hielo durante varios inviernos y Scott pudo llegar a unos 800 kilómetros de su meta. Uno de sus acompañantes fue Ernest Shackleton, que retornaría después en otro intento heroico de vencer las dificultades extremas del lugar.
La conquista del Polo Sur fue cuidadosamente preparada por Scott, que planeó un viaje con ponis y trineos con motores, que pronto se revelaron inservibles. Los caballos dormían tapados con gruesas mantas y protegidos por muros levantados con hielo. Los expedicionarios se refugiaban en tiendas de campañas. Caminaban a partir de la medianoche a temperaturas de 20ºC bajo cero y, a veces, no podían avanzar más de tres kilómetros a lo largo de una jornada. Sólo la ilusión de ser los primeros les empujaba.
Scott y los dos compañeros que habían sobrevivido murieron dos semanas después por una mezcla de inanición y congelamiento
El 16 de enero, a unas decenas de kilómetros del Polo, Scott se sumió en la desesperación: «Se ha producido la catástrofe». Relata: «Los ojos de Bowers descubren un montículo en la lejanía. La mancha no puede ser un pilar de nieve. Es un lienzo negro atado a una barra de trineo. Alrededor hay esquíes y huellas de perros«. El marino inglés supo con certeza en ese momento que Amundsen le había adelantado.
La vuelta fue un verdadero calvario. Oates, su amigo y hombre de confianza, falleció el 16 de marzo tras abandonarse en los hielos árticos. No podía caminar y pensaba que era un lastre. Scott y los dos compañeros que habían sobrevivido murieron dos semanas después por una mezcla de inanición y congelamiento.
En su mensaje final, el héroe dejo constancia de su empeño: «Si hubiera vivido, podría haber contado el relato de la audacia, la resistencia y el valor de mis compañeros. Estas ásperas notas servirán para contar la historia». Una cruz en Hut Point rememora su gesta.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete